I
Por el mes de abril o mayo, cuando el alma se libera de la lluvia y baja el sol hasta la arena buscando las raíces del alerce, cálido como el aliento de un volcán, ya no siento el dolor de tu ausencia, madre, porque brotas de mí como las yemas que invaden ciegamente la incertidumbre eterna del olvido.
II.
Estoy en la vida escuchando el sonido de los bosques,
La menstruación de una tierra de fruta y vino.
Estoy en la vida como el mar está en la playa:
Deshaciéndome en espumarajos.
Escribo el dolor para que tú, madre,
Revertida en la perentoria noche de quien duerme,
Seas mi felicidad en sueños, mi alegría.
Estoy en la vida con ausencia de pan y besos,
Madre, con ausencia de luz y agua.
Quiero bendecirte, sin embargo,
Desde mi soledad de sangre y fuego,
Desde mi lecho de dolor.
No es hora de llorar ya, ni de pensar
Siquiera en el sentido que la vida
Ha de tener, quizás, mientras te escribo,
Y no sé nada de ti,
Y no sé nada del mundo.
Estoy en la vida pues, como quien está esperando,
Y se desvanece poco a poco,
Y observa, y no encuentra respuestas
A tanta pregunta sin sentido…
Juan Francisco Vivo (maestro del CEA Río Mula)
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