viernes, 12 de marzo de 2021

Siempre... amor


Sabía que algo no iba bien. El dolor incisivo y punzante en el estómago era el preludio de lo que venía de camino.

Ese lunes creyéndonos seguros, nos habíamos dejado sorprender. Fue un golpe de realidad que nos destrozó por dentro.

Aquellos fueron unos meses radiantes. Sin querer me había enamorado. Algo que empezó como una bonita ilusión, atracción, deseo, desenfreno,… fue llenando ese espacio que tanto hacía que estaba vacío.

Disfrutaba del presente con una sonrisa colgada de mi cara a todas horas.

Nuestras miradas nacían del deseo de amar, de ese tan fuerte que mueve la luna y las estrellas, ese que hace latir el corazón.

Muchos nos advertían: “tened cuidado”. Pero yo sonreía incrédula, riéndome. Porque yo apuraba los días, los minutos que alargaba en horas de recuerdos. Pasó la primavera, el verano con nuestro primer encuentro furtivo, el otoño lleno de deseo y placer y llegó el frío invierno, llegó diciembre.

Ignoraba que el diablo estaba tejiendo un futuro trágico para ese amor, la clave para un mundo dolorosamente bello una vez perdido.

El asiento trasero fue testigo del día tan terrible y aciago para nuestras almas.

El hecho de haber sido descubiertos impedía que nuestro romance pudiera seguir adelante.

Nos deseábamos tanto que hicimos el amor con lágrimas de desasosiego en los ojos. Mi cabeza era un auténtico caos confuso: los pensamientos retumbaban en mi interior. Mi subconsciente meneaba la cabeza son tristeza, tenía el ánimo destrozado ¡Me sentía tan sola!

Los dos frente a frente nos abrazamos con ternura y él me besaba en los labios y en el cuello.

-Perdóname – me susurraba inmensamente triste.

Se me encoge el corazón otra vez y sucumbimos a una nueva oleada de sollozos. Seguimos besándonos suavemente y abrazados en un último intento de fundirnos el uno en el otro.

Así decidimos que era mejor dejarlo, las consecuencias de seguir con nuestra aventura eran demasiado trágicas.

Me lleva en su coche de camino a casa. Él no me conviene y yo no le convengo a él ¿cómo vamos a conseguir que esto funcione? La idea de no volver a verlo casi me ahora… mi Amore.

-No quiero que lo dejemos –susurro- Desde que estamos juntos me siento más viva.

Se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas.

-Yo tampoco quiero dejarlo. Un poco más, vamos a seguir un poco más. Alarga su mano y me limpia una lágrima de la mejilla con el pulgar.

-Me he enamorado de ti – le digo mirándole a los ojos.

-No me dice él – es un error, no puedes quererme, nunca podré darte todo lo que tú necesitas. Mírate, no puedo hacerte feliz.

Parece angustiado. Lloramos al unísono. ¡Oh Dios… esto se acaba. A esto se reduce todo. Esta Estrella pierde su luz.

-Ya nada volverá a ser como antes ¿verdad? Hemos cruzado el límite de los sentimientos y no debimos.

Menea la cabeza con tristeza. Lloramos.

-No te vayas, no lo dejemos todavía –me pide aterrado.

Bajo del coche y mirándonos con lágrimas en los ojos veo como se aleja.

De pronto me siento cansadísima. El mayor de mis temores se ha hecho realidad. El dolor es intenso.

Subo en mi coche, necesito conducir y perderme lejos. De algún modo he escapado de mi cuerpo y soy de pronto una observadora accidental de la tragedia que se está desencadenando.

Me miro en el espejo retrovisor, las lágrimas apenas me dejan ver a ese fantasma angustiado que me mira con ojos hinchados de tanto llorar. Me cuesta creer que mi mundo se está derrumbando a mí alrededor convertido en un montón de cenizas.

No, no, no lo pienses.

-¡Mierda…lo hemos dejado!

Conduzco hasta el pueblo más cercano, necesito tomar algo.

Intento con todas mis fuerzas mantener a raya mis emociones. He perdido al hombre que me había devuelto la vida.

Un dolor desgarrador me parte en dos, gimo y revientan las compuertas, las lágrimas empiezan a brotar involuntariamente por mis mejillas. Paro el coche y lloro, lloro desconsoladamente.

El dolor es irresistible… físico y mental, lo siento por todo mí ser y me cala hasta la médula. Apoyada en el volante intento, en un esfuerzo vano acurrucarme en mi misma.

De pronto el teléfono suena… Amore.

Bambú

T.R.M.

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